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Los miembros Laicos de la C.S.P., partícipes profundamente de la única misión de la Iglesia, se comprometen a vivir su apostolado en el mundo con solicito servicio, compartiendo así las alegrías y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres y mujeres de su tiempo.
Toda actividad tenderá siempre a elevar en todos los sentidos la persona, la familia, la sociedad, la cultura, el arte, la ciencia y cualquier otra expresión de la vida humana. Los dones de la naturaleza y de la gracia de hombres y mujeres, los carismas específicos de los laicos, las diversas experiencias personales y culturales, integrados en la unidad de espíritu, de fines y de método, a que Jesucristo sea anunciado en todas partes.
Como discípulos y testigos de Cristo los miembros de la Compañía quieren participar:
• en su misión profética anunciando con el testimonio de la palabra y con las obras la llegada del reino proclamado en las bienaventuranzas;
• en su misión real contribuyendo con su trabajo, sostenido por la gracia, para que se afiance la solidaridad, la justicia y la paz en la sociedad de los hombres;
• en su único y eterno sacerdocio convirtiéndose en ofrenda espiritual a Dios en favor de todos los hermanos compartiendo los riesgos y las esperanzas propias de la condición humana.
La espiritualidad de la Compañía proviene de la enseñanza y de la vida del apóstol de las gentes y, fiel a la intuición originaria, está animada por la plena disponibilidad a la voluntad de Dios interpretada a través de los signos de los tiempos a la luz del Evangelio.
Los misterios de la vida de Cristo y de su místico cuerpo que es la Iglesia, el sentido de una total pertenencia a Dios según la expresión paulina “mi vida es Cristo”, la ardiente tensión apostólica según la expresión “el amor de Cristo nos apremia” son los fundamentos de la espiritualidad paulina.