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Muchas veces hemos escuchado a nuestro Arzobispo, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, en sus homilías de la Catedral Metropolitana, analizar el texto de la Sagrada Escritura y realizar una reflexión basada en las mismas, en su contexto histórico y en la actualidad para poder tocar el corazón de los fieles e invitarlos a la acción misionera en el diario vivir.
Hoy, en este tiempo navideño, se nos invita a la contemplación del pesebre y, por ello, deseamos elegir algunos pasajes de sus homilías de Nochebuena para poder bosquejar con tres pinceladas el cuadro más genuino del pensamiento bergogliano sobre el nacimiento del Niño Dios.
La primera pincelada, tomada de la Nochebuena del 2005, el Arzobispo proponía un contrapunto entre la luz de un “evento extraordinario” destinado a cambiar el rumbo de la historia y las tinieblas de un mundo sin rumbo ni sentido, cansado de recordar y esperar en las promesas de los profetas, acentuadas por la oscuridad de la noche en un establo de Belén: “Nació de noche, fue anunciado de noche ‘a unos pastores que vigilaban por turno sus rebaños’ (Lc 2, 8), – así comienzaba – y se encolumnó con ‘el pueblo que caminaba en las tinieblas’, con los que habitaban en el país de la oscuridad’ (Is. 9, 1). Y fue luz, ‘una gran luz’ (Is. 9, 1) volcada sobre la densa tiniebla, luz que lo envuelve todo: ‘y la gloria del Señor los envolvió con su luz’ (Lc 2, 9)”. Es tal la importancia de esa Luz que hace cantar a los ángeles del Cielo: “Gloria a Dios” y que permite manifestar la presencia en la tierra del Emanuel, Dios con nosotros, presencia que “destruye el peso de la derrota, la tristeza de la esclavitud y planta la alegría”.
En la segunda pincelada, en su homilía de Nochebuena del año siguiente, el Cardenal Primado de Argentina destacaba “la sencillez de la escena”, la que “nos introduce en la novedad siempre sorprendente de Dios y en su manera de manifestarse al mundo”. Nunca podemos dejar de sorprendernos del hecho de que “Dios elige la ‘periferia’ de la ciudad de Belén y la ‘periferia existencial’ de los pobres y marginados del pueblo de ese momento para manifestarse al mundo”. De este modo, nos exhorta a acercarnos “junto con ellos, al pesebre y, allí, podamos ver a María, la mujer creyente y de trabajo que tuvo el coraje de confiar en Dios, […] a su lado está José, el hombre justo y bueno, que prefirió creerle a Dios antes que a sus dudas”. Por ello, el Arzobispo concluye: “Así Dios se nos revela en el amor y en la abnegación de una sencilla pareja creyente, en lugar del aparente esplendor de los que confían en sus propias fuerzas”.
En la tercera pincelada, el Señor responde a quienes le pedían una señal, ofreciéndoles la ‘gran señal’ que no podía pasar desapercibida o aparecer simplemente como un evento meramente astronómico, sino que esa ” ‘gran señal’ consitía en que esa noche Dios se enamoró de nuestra pequeñéz y se hizo ternura, ternura para toda fragilidad, sufrimiento, para toda angustia, para toda búsqueda, para todo límite; la señal es la ternura de Dios”. La ‘gran señal’ y su mensaje esencial personificados en un Niño entre pañales: se trataba, por lo tanto, de “Dios hecho ternura, Dios acariciando nuestra miseria, Dios enamorado de nuestra pequeñez” (Nochebuena del 2004).
De este modo y, prosiguiendo su reflexión, Bergolio concluye: “Por eso, éste es el signo, la contraseña, la señal: este niño recién nacido acostado en un pesebre que convoca a todo aquél que está marginado”. Y ¿quién puede decir que no lo está? Entonces, el Cardenal nos exhorta: “Abre tu corazón, Él nos convoca a la mansedumbre, a la paz, a la solidaridad, a la armonía; por eso, esta Noche es una Noche de armonía, la paz y el amor”.
Y realiza, sucesivamente, una propuesta práctica: “Junto al pesebre, hagamos dos cosas: primero, sentámonos invitados por la belleza de la humildad, de la mansedumbre, de la sencillez; segundo, busquemos en nuestro corazón en qué punto nos encontramos en out side, en qué punto estamos marginados y dejemos que Jesús nos convoque desde esa carencia, desde ese límite, desde ese egoísmo. Dejémonos acariciar por Dios, y vamos a entender más lo que es la sencillez, la mansedumbre y la unidad” (Nochebuena del 2012).
Recuadro para subrayar frase: “En Navidad, animémonos a conocer una noticia que es capaz de llenar de alegría: que Jesús vino para salvarte a vos, a mi y a todos”